Ante todo (lo primero) no hacer daño...
es un precepto que resulta difícil llevar a cabo en el sistema de
salud actual. Un sistema que no favorece el trabajo en red -carencia de
sistema de historia digital única para el paciente, falta de trabajo en
equipo, recortes presupuestarios- cuyos pacientes están plurimedicados
con tratamientos que a veces interaccionan entre sí y que son pautados
desde diversas especialidades médicas. Otras veces los fármacos tienen
poco poder selectivo lo que ocasiona graves efectos secundarios, muchas
veces porque los estudios clínicos publicados son limitados (ver caso
reciente sobre Cerivastatina 1,2).
Otras veces los mismos profesionales creamos auténticas (para)farmacias
ambulantes cronificando al paciente con diversos tratamientos.
Esta frase no está orientada sólo a los médicos; cualquier profesional de la salud debe atribuirse esta máxima en su atención al usuario, es un llamamiento a la prudencia. Como dice el prof. Andreu Segura, vivimos en una sociedad simplista que busca el uso de un fármaco -u otro productos milagro- que resuelva un problema. No queremos entender que la salud y la enfermedad van cogidas de la mano en relación a cómo vivimos y nuestros estilos de vida.
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