22 junio 2009

Penamoa:El Híper de la Droga del Cantábrico.


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Prevención de riesgos laborales por TBC en recursos socio-sanitarios


La Ley de Prevención de Riesgos Laborables define como daños derivados del trabajo las enfermedades, patologías o lesiones sufridas como motivo u ocasión del trabajo. La tuberculosis puede ser considerada enfermedad profesional cuando ocurre en trabajadores
sanitarios.
Está incluida en el apartado d.4 del Real Decreto 1995/1978 que en el apartado de enfermedades profesionales infecciosas y parasitarias cita las enfermedades infecciosas o parasitarias del personal que se ocupa de la asistencia y cuidadode enfermos y en la investigación.
En trabajadores no sanitarios que se ocupan del cuidado de personas en instituciones de alto
riesgo para tuberculosis o trabajadores sociales, la Tbc pulmonar es considerada como enfermedad relacionada con el trabajo.

La enfermedad relacionada con el trabajo se define como patología relacionada epidemiológicamente con el trabajo, que no tiene consideración de enfermedad profesional Los factores de riesgo que pueden contribuir a la aparición de brotes hospitalarios se pueden resumir en los siguientes puntos:

— Retraso en el diagnóstico de pacientes con TBC.
— Tratamiento inadecuado debido a inicio tardío, pautas incorrectas para tratamiento por
bacilos multiresistententes, o identificacion tardia del fracaso terapeutico.
— Proximidad física entre pacientes bacilíferos y pacientes inmunodeprimidos.
— Ausencia de medidas adecuadas de aislamiento respiratorio.

En consecuencia, es necesario diseñar programas de prevención del riesgo de tuberculosis en instituciones cerradas y especialmente en el medio sanitario.Cada centro sanitario debe valorar los riesgos de adquisición de Tbc en función de sus propias características para decidir que medidas específicas debe aplicar.
Es importante conocer la prevalencia de Tbc en el cupo de población a la que se atiende, las
demandas asistenciales y el tipo de pacientes.

Debe realizarse despistaje de tuberculosis a todos los trabajadores antes de su incorporación a un puesto de trabajo con riesgo potencial de exposición, incluyendo a los vacunados con BCG y excluyendo casos documentados de antecedentes de enfermedad tuberculosa o PPD positivo.

Todo el personal que inicialmente sea PPD negativo, debe ser investigado para descartar el efecto booster, lo que excluye falsos negativos.

Todos los casos positivos y los trabajadores con sintomatología compatible deben hacerse una placa de tórax para descartar enfermedad. Según el consenso Nacional para el Control
de la Tuberculosis en España la vacunación con BCG no está justificada de forma sistemática -auqnue podría considerarse en profesionales de riesgo con ciertas características.

Tuberculosis: Historia breve de una larga Historia


Se cree que la tuberculosis humana se desarrolló en Europa y en el Próximo Oriente en el periodo Neolítico, entre 6000 – 8000 años antes de Cristo. Aunque se estima una antigüedad entre 15.000 y 20.000 años, se acepta que el microorganismo que la origina evolucionó de otros microorganismos más primitivos dentro del propio género Mycobacterium. Se cree que en algún momento de la evolución, alguna especie de micobacterias saltó la barrera biológicaMycobacterium bovis, que es la aceptada por la mayoría como la más antigua de las especies que integran el denominado complejo Mycobacterium tuberculosis (que incluye M. tuberculosis —o bacilo de Koch, en honor a su descubridor—, M. bovis, M. africanum y M. microti). por presión selectiva, y pasó a tener un reservorio en animales. Esto, posiblemente, dio lugar a un primer especimen del

Ha recibido nombres a lo largo de la historia como Consunción, tisis, escrófula, mal de Pott, tabes mesentérica, mal del rey o plaga blanca siendo considerada una de las primeras enfermedades humanas de las que se tiene constancia. El paso siguiente sería el paso del M. bovis a la especie humana, coincidiendo con la domesticación de los animales por parte del hombre. Se han constatado indicios de su presencia en huesos humanos datados en el Neolítico, aunque no es posible conocer con exactitud su magnitud (incidencia y prevalencia) con anterioridad al siglo XIX. Se estima, no obstante, que el período de mayor extensión (por porcentaje de población afectada) transcurrió entre los últimos años del siglo XVIII y los últimos del XIX.Las denominaciones que recibe en las diferentes culturas: sosha (india), phythysis (griega), consumptione (latina) o chaky oncay, (inca) hacen en todos los casos referencia a "secar" o "consumir", debido al aspecto debilitado y caquéctico de los afectados. Su alta tasa de mortalidad entre adultos de mediana edad y el surgimiento del romanticismo, como movimiento filosófico y cultural que primaba el sentimiento sobre la razón, se aliaron para idealizar a esta enfermedad como "la enfermedad de los artistas".

La epidemia actual comenzó en Inglaterra durante el siglo XVI y quizá alcanzó su momento álgido durante la revolución industrial favorecida por las condiciones de hacinamiento.
Durante la primera mitad del siglo XX declinó por las condiciones de mejora de vida, sobre todo en los países desarrollados, disminuyendo un promedio anual del 5%. A partir de 1950, con la aparición de fármacos eficaces el promedio de disminución anual llegó al 15% (2). Es a partir de la década de los ochenta cuando comienza lo que se ha denominado el resurgimiento de la enfermedad.
En 1993 la OMS declaró la tuberculosis como una emergencia global. Se estima que hasta el año 2020, si no mejora el control de la tuberculosis, enfermarán 200 millones de personas, de las cuales 70 millones fallecerán.
Aunque la tuberculosis es esencialmente una infección comunitaria, puede ser también de transmisión nosocomial, representando un problema de salud laboral para los trabajadores de los centros sanitarios, y también de instituciones cerradas como residencias, albergues y prisiones.

Más información...

ARTÍCULO:Estrés aculturativo y salud mental en la población inmigrante

En mi experiencia en la calle he podido darme cuenta la frecuencia de encontrarme personas inmigrantes con graves trastornos mentales, muchas veces sin diagnosticar, el artículo que subo a continuación es uno que describe parte de la posible etiología de estas historias.




Francisco Collazos*,** Adil Qureshi*, Montserrat Antonín*** y Joaquín Tomás-Sábado***
*Programa de Psiquiatría Transcultural, Servicio de Psiquiatría, Hospital Universitario Vall d’Hebron, Barcelona
** Departamento de Psiquiatría, Universitat Autònoma de Barcelona
*** Escola Universitària d’Ínfermeria Gimbernat. Universitat Autònoma de Barcelona

El incremento en la inmigración observado en España en los últimos años ha abierto un debate sobre la relación entre el proceso migratorio
y el desarrollo de ciertos problemas psicopatológicos. Estudios realizados en Europa y Estados Unidos han mostrado resultados
contradictorios; no queda claro si existe una relación directa entre la inmigración y la psicopatología. Cada vez se cuestiona
más la existencia de este tipo de relación, aunque se reconoce que el proceso migratorio, la cultura y la pertenencia a un grupo minoritario
influyen sobre la salud mental. El estrés relacionado con la inmigración, las diferencias culturales y la discriminación percibida
son considerados factores de riesgo. Este artículo examina las relaciones entre psicopatología e inmigración, incidiendo,
especialmente, sobre el concepto de “estrés aculturativo” y sus factores moderadores.

principios de 2008 se estima que el 10% de los 45 millones de personas que residen en España son extranjeras. Se espera que este porcentaje experimente una progresiva tendencia al alza, hasta alcanzar en pocos años el 25%. Este importante incremento de la inmigración Experimentado en España a lo largo de los últimos años plantea una gran cantidad de desafíos, entre ellos los relacionados con la asistencia en
salud mental a estas personas.
En este sentido, los profesionales de la salud mental se preguntan si existe alguna relación entre el proceso migratorio y el posterior desarrollo de psicopatología (Achotegui, 2002; Collazos, Qureshi, y Casas, 2005; García-Campayo y Carillo, 2002). En realidad, esta cuestión ha sido un motivo de interés desde hace más de un siglo (Bhugra, 2004). Con el ánimo de esclarecer esta posible relación se han llevado a cabo numerosos estudios con resultados muy contradictorios. En un principio se dio por hecha la asociación entre la migración y la aparición de trastornos psiquiátricos (Ritsner y cols., 1996; Watters, 2002), sin embargo, más tarde, gracias a estudios metodológicamente más adecuados, se cuestionó
esta conclusión, sugiriendo que, en realidad, se trataba de una correlación espuria, resultado de problemas metodológicos o, incluso, de otros factores moderadores (Bhui y Bhugra, 2002; Farley, Galves, Dickinson, y Diaz Perez, 2005; Kirmayer y Groleau, 2001). Hoy día prefiere decirse que la migración no siempre se relaciona con la aparición de trastornos psiquiátricos, e incluso es cuestionable que deba considerarse un factor de riesgo que, en función de su intensidad y de la vulnerabilidad del emigrante, puede facilitar la aparición de psicopatología (Bhugra, 2004b; Collazos y cols., 2005). La inconsistencia de los hallazgos referentes a la relación entre inmigración y psicopatología parece estar relacionada con la escasa precisión con la que se emplean diversos términos relativos a la diferencia como: raza, cultura, etnicidad, inmigrante, minoría, etc. Helms y Cook, 1999). La falta de rigor con la que se utilizan unos términos en lugar de otros, según sea la perspectiva ideológica desde la que se opina, podría ser la razón por la que, en muchas ocasiones, estos factores se confunden y llevan a los investigadores a conclusiones contradictorias
(Bhugra y Mastrogianni, 2004).

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