12 julio 2009

SIDA y exclusión social


Tomando como definición de exclusión social la que hace el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales: “La exclusión social es entendida, como la ausencia, para unos, del conjunto de oportunidades vitales que otros sí tienen, como la imposibilidad o dificultad muy intensa de acceder a los mecanismos de desarrollo personal e inserción sociocomunitaros y, a los sistemas preestablecidos de protección”, y citando los ámbitos de exclusión y colectivo de afectados, donde se enumeran los principales ejes que configuran la exclusión social, entre los que se citan:

  • Pobreza en el sentido de ingresos económicos.
  • Dificultad en la inserción laboral.
  • Dificultad o acceso a la educación.
  • Carencia de salud, de capacidad psicofísica y de asistencia sanitaria.
  • Ausencia o insuficiencia de apoyos familiares o comunitarios
  • Ámbitos de marginación social.
  • Falta de sensibilización y movilización de la población en general ante la exclusión social.

La mayoría de las personas que padecen SIDA se encuentran inmersos en un círculo cerrado en el que están incluidos todos los puntos citados, y que presumiblemente, en este caso, unos lleven a otros completando un círculo sin fin que sólo en determinadas ocasiones se rompe, cuando el apoyo social y la solidaridad hacen su entrada. Desgraciadamente, no siempre ocurre esto, y es en la mayoría de los casos cuando la enfermedad se convierte en un estigma social y los enfermos son tratados como los leprosos en la antigüedad, que eran señalados y apartados de la sociedad por miedo al contagio.

La exclusión social a causa del SIDA se expresa de múltiples maneras, algunas muy sutiles y otras demasiado evidentes para dejar de verlas. Pero todas las formas de exclusión social coinciden en un hecho que, aunque se conoce, es inadmisible para cualquier sociedad o país democrático: la violación de los derechos humanos esenciales de las personas que viven o padecen la enfermedad, consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos suscritos y ratificados por la inmensa mayoría de los países del mundo ( el derecho a la vida, a la salud, a la igualdad, al trabajo y a la educación)

El SIDA NO afecta de la misma manera a las personas de distinta condición socioeconómica. Hay una marcada tendencia a “castigar” más a quienes se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad. Se produce, entonces, una especie de sobre-exclusión, es decir, la exclusión social de los ya excluidos por otras razones (homosexuales, drogadictos, prostitución, etc). Existen informaciones que indican que la pobreza y el analfabetismo son dos factores que tienden a elevar el riesgo de adquirir ITS, incluyendo el SIDA.

Algunos ejemplos específicos sugieren que las personas de bajos ingresos no pueden pagar condones ni el tratamiento de una ITS. Algo parecido sucede con las personas con bajos niveles educativos, éstos no tienen acceso a la información preventiva o bien la misma no se realiza de forma que puedan comprenderla con facilidad.

La cultura y la religión podrían jugar un papel de prevención, pero en la práctica sucede todo lo contrario. Ambos elementos contribuyen a la exclusión de los infectados por SIDA. Algunas características socioculturales, asociadas a la infección se expresan en los planos de la inequidad de género por ejemplo, la sociedad gitana, donde el machismo está muy presente. Los hombres pueden tener múltiples parejas y el uso del condón presenta una baja frecuencia, y las mujeres carecen de autonomía para tomar decisiones sobre su sexualidad y por lo tanto para protegerse de la enfermedad.

Hay otros factores de vulnerabilidad que enfatizan la doble exclusión que sufren las personas con SIDA. Se trata de personas que por una u otra causa, sufren la violación de sus derechos humanos. Por ejemplo: población desarraigada, población con problemas de drogadicción, grupos con preferencias y prácticas sexuales distintas a las socialmente aceptadas. La estigmatización social de la enfermedad amplifica las exclusiones en los espacios laborales, en los servicios de salud y hasta en el seno de las unidades familiares.

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