27 marzo 2010

Como puede afectar la actual crisis a nuestra salud.


La baja autoestima y el estrés son la base de muchos de los trastornos físicos y psicológicos que sobrevienen con el desempleo.

El paro no es sólo malo para nuestros bolsillos sino también, y sobre todo, para nuestra salud. Se ha constatado que los desempleados van más al médico y no precisamente porque tengan más tiempo para velar por su salud. Con el despido sobrevienen sentimientos de inutilidad, inseguridad y a veces incluso de culpa que afectan directamente a la autoestima. Y si la situación de desempleo se prolonga en el tiempo surge la sensación de que hagamos lo que hagamos nada va a cambiar. Y es precisamente esta indefensión, junto con la baja autoestima, la base de muchos de los trastornos físicos y psicológicos que sobrevienen con el paro y que atacan de lleno al bienestar. El trabajo nos da seguridad y condiciona toda nuestra existencia. Marca detalles tan simples como nuestro lugar de residencia, la hora a la que nos levantamos, qué comemos, cuándo y dónde, o el tiempo que dedicamos a la familia. Va tan unido a nosotros como nuestros apellidos ('Soy Fulanito de Tal, administrativo') y nos vincula a personas, a metas y a experiencias comunes. Cuando lo perdemos, 'perdemos' también todo esto y nos sentimos 'perdidos'. Las consecuencias, si no se pone remedio, no se hacen esperar y el bienestar, de una u otra forma, desaparece.

Problemas físicos y psíquicos

El desempleo genera ansiedad y ésta se relaciona, entre otras complicaciones, con problemas circulatorios. En estas ocasiones se suele dormir mal, ya sea porque cuesta conciliar el sueño, sea poco profundo y reparador o los despertares sean más frecuentes. Llama también la atención los altos niveles de hormonas corticotropas encontrados en muchos desempleados. Estas hormonas aparecen como una reacción natural al estrés y se relacionan con el desarrollo de trastornos depresivos y con la generación de respuestas agresivas. Otros estudios también han relacionado la situación de desempleo con mayor consumo de alcohol y otras drogas y mayor riesgo de accidentes. El desempleo y la depresión van muchas veces de la mano, un riesgo que aumenta cuando la situación se cronifica y que afecta principalmente a las mujeres. Con los trastornos de ansiedad, tipo ataques de pánico o trastornos obsesivocompulsivos, ocurre algo parecido. Son mucho más frecuentes entre los que han perdido su fuente de ingresos y de autoestima y, al igual que ocurre con la depresión, cuanto más tiempo pasa sin recuperar la situación laboral la probabilidad de caer en ellos aumenta.

Cinco son las enfermedades psicosomáticas más frecuentes: asma, artritis, úlceras, cefaleas y cardiopatías coronarias y en todas ellas los desempleados tienen 'más papeletas'. Y entendiendo la fobia como un miedo exagerado e irracional a algo, se han encontrado altos niveles de fobia social entre desempleados. Además, es más fácil que se le olviden las cosas, reaccione de forma retardada y tenga problemas de percepción y de atención. Y por último, los hombres que se encuentran al final de su periodo de subsidio por desempleo pueden caer en lo que se conoce como 'neurosis de paro', o lo que es lo mismo, una frenética y exagerada actividad encaminada a encontrar un nuevo empleo o una nueva fuente de ingresos. Debilidad y agotamiento que se complica con graves alteraciones del sueño, una anemia provocada por una alimentación insuficiente y palidez de piel son sus señas de identidad en el terreno físico. Sentimientos depresivos y manifestaciones hipocondríacas en el psíquico.

El papel de la familia

Si hay alguien que puede proteger al que se queda sin trabajo de caer en cualquiera de estos trastornos es precisamente la familia. La actitud que ésta adopte es fundamental para que el desempleado pueda llevar de la mejor forma posible su nueva situación. De nada sirve echarle la culpa de la nueva situación económica que ha de afrontar toda la familia con su despido ni tampoco llevarse las manos a la cabeza y lamentarse de lo desgraciado de la situación y de lo difícil que es encontrar trabajo. Aunque nadie duda de que la mayor parte de los esfuerzos del desempleado deban centrarse en encontrar un nuevo trabajo, su vida no se debe limitar a eso y presionándole lo único que puede conseguir es que pierda parte de la motivación que le ayuda a seguir adelante en su búsqueda. Tampoco caiga en la tentación de utilizar al 'parado' para todo y con la excusa de que tiene más tiempo, encomendarle las tareas que los que trabajan no pueden hacer. Si es así estará ayudando a que empeore la visión que el desempleado tiene de sí mismo.

Piense en positivo

Lo mejor que puede hacer para ayudar a su familiar parado es ser optimista y ver el vaso medio lleno. Hable del tema con naturalidad y hágale ver que es un problema de toda la familia, no sólo suyo, y que aunque es grave lo van a superar juntos. Recuérdele que 'no somos lo que ganamos, sino el potencial que llevamos dentro' e insista en todo lo bueno que tiene, sus virtudes y sus logros. No se quede al margen y ayúdele activamente a buscar trabajo. Ármese de paciencia y valoré con él las alternativas que se ponen por delante. No deje que traicione sus intereses y sus preferencias cogiendo lo primer que surja por el mero hecho de dejar de ser un desempleado. Y si mientras llega el nuevo trabajo dedica tiempo a otros menesteres no muestre extrañeza cuando le diga que está cansado, pues el trabajo remunerado no es la única actividad que requiere tiempo y cansa y buscar trabajo o cuidar a los niños, por ejemplo, es agotador. Por otro lado, el desempleo aísla poco a poco a quien cae en él, una soledad que es la culpable de muchas de las nefastas consecuencias que acarrea. No lo olvide y haga todo lo que esté en su mano para que su familiar no se sienta sólo y se relacione con otras personas. Y, si a pesar de todo, el cariño de la familia no es suficiente busque ayuda psicológica.

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